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Bienvenidos a mi Blog.
Brevemente os explico cual es el fin de dicho Blog.
Me considero una persona que disfruto y aprendo con todo lo que tengo a mi alrededor y he querido utilizar este medio para que otros también puedan disfrutar de mis conocimientos y experiencias.
No quiero centrar mis publicaciones en un solo tema, por ese motivo, lo mejor será que yo cuente lo que sienta y vosotros busquéis en este Blog lo que necesitéis.
Espero estar a la altura de vuestras expectativas, y que encontréis aquí toda la información y/o el entretenimiento necesario.
Ya solo me queda agradeceros que hayáis entrado en este Blog, y sugeriros que continuéis contando conmigo en un futuro.
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domingo, 6 de noviembre de 2016

RELATO PRESENTADO CONCURSO ESCUELA DE ESCRITORES OCTUBRE 2016


UN MILLÓN DE ESTRELLAS


Año 2017- martes 25 de julio.

Alfred se levantó como todos los días para dirigirse a su lugar de trabajo. Un espacio de unos escasos cuatro metros cuadrados separados del resto de sus compañeros por unos finos paneles que apenas llegaban a alcanzar el metro y medio de altura. Paneles que intentaban proporcionar intimidad a una mesa llena de teléfonos móviles despiezados a los que Alfred tenía que encontrar el fallo y ponerle solución.

< ¡Otra vez lo mismo! >, piensa Alfred al sentarse en su minúscula silla giratoria y coger uno de sus destornilladores con la misión de ser capaz de arreglar cincuenta unidades en su jornada de trabajo.

Todo parecía en calma y cada uno de sus compañeros estaba absorto en lo mismo que él, en reparar aquellos móviles para no bajar el rendimiento mínimo que les era exigido desde la dirección de la empresa.

A media mañana Alfred bajó a tomar café como era su costumbre. Introdujo la moneda en la ranura y su dedo índice se abalanzó rápidamente como siempre a pulsar el botón de “café con leche”

¡Bzzzz! sonó algo parecido al zumbido de una abeja por toda la habitación. La realidad era que aquel sonido provenía de un cortocircuito que se había producido en todo el edificio.

Alfred completamente paralizado y con los ojos cerrados podía ver a través de ellos un millón de estrellas de todos los colores y luces con diferentes formas. Podía sentir como venían desde el infinito aquellos destellos y se colaban a mucha velocidad por las cuencas de sus ojos para dejarse caer hasta el interior de su cuerpo, produciendo un leve cosquilleo y un ligero mareo como si su cuerpo levitara por el aire.

Lo que le pareció a Alfred una eternidad no fue en realidad más que unas décimas de segundo.

Alfred abrió sus ojos y lo primero que miró fue su cuerpo para ver si aún estaba entero.

Cuando se cercioró que así era, retiró su dedo de aquel botón que ya no existía y desorientado, giró la cabeza alrededor de sí en busca del resto de las cosas que antes estaban en la habitación y que ahora se habían volatilizado sin explicación lógica.

< ¿Dónde estoy?, ¿Qué extraña habitación es esta? >, se preguntaba así mismo Alfred.

Año 2053 – viernes 25 de julio

Alfred ya había encontrado respuestas. Poco después de salir de aquella habitación desconocida, encontró a su paso a unos hombres con ropa algo diferente a la que solía anunciar el Corte Ingles, Zara o cualquiera de esas tiendas de moda para la temporada. Era como salida de una película de ciencia ficción, como la que hubiese utilizado Robert Zemeckis en su película “Regreso al futuro”

Por supuesto que no se le ocurrió preguntar, más bien se escondió detrás de aquella pantalla blanca que ocupaba como tres veces su puesto de trabajo y que poco después descubriría que era Sara la supervisora de equipo que no se sabe muy bien dónde debía estar pero que como por arte de magia aparecía y desaparecía su silueta para dar órdenes por aquella pared parlante.

Alfred intentó no dejarse ni un detalle por mirar, aquello parecía ser el edificio donde había entrado esa misma mañana, pero, tenía una estética diferente.

En una esquina descubrió al grupo de personas a quién Sara se dirigía de vez en cuando, estos llevaban unas lupas en sus ojos y manejaban entre sus dedos unos microchips del tamaño de una pulga.

< ¿Qué podría caber ahí? >, musitaba Alfred a la vez que seguía recorriendo aquella sala en busca de sus compañeros, de su mesa y del trabajo que aún le quedaba por hacer.

No había ni rastro de sus cosas y en su lugar no paraba de encontrar elementos desconocidos para su época y que aquellos señores utilizaban con la normalidad que el utilizaba el cepillo de dientes cada mañana. < ¿Se utilizará ya el cepillo de dientes? >, pensó Alfred arqueando sus labios a modo de sonrisa y siguió avanzando para intentar descubrir para que se utilizaban aquellos microchips que tanto le habían llamado su atención.

Entró en una sala contigua, allí tenían una camilla parecida a las que utilizan hoy en día los médicos en el quirófano, aunque aquí la camilla no estaba rodeada por personas si no por máquinas con brazos largos que se movían de un lado a otro transportando todo tipo de material.

Alfred oyó una voz, no era Sara. Giró su cabeza 45 grados y pudo ver otra de esas pantallas blancas y en ella la silueta de otra persona, esta vez un varón que indicaba a las máquinas que se iba a proceder al implante en breves momentos.

< ¿Implante? >, se preguntó sin voz Alfred.

Sonó la puerta y sus láminas desaparecieron para dejar pasar un carril que traía a un joven tumbado adormilado por la anestesia.

La pantalla parlante comenzó su frase dirigiéndose a las máquinas.

-Viernes 25 de julio 2053, 12:30pm. El paciente, un joven de veintiséis años será intervenido para implantarle el terminal de voz y datos PI200 de la marca ERICA. Pueden proceder a la intervención.

Las luces de la habitación temblaron unos segundos al ponerse todas las máquinas a la vez en movimiento para luego estabilizarse.

< ¡El microchip es un teléfono!, ese es el implante al que se refirieron antes, ¡un teléfono dentro del oído>, exclamaba en voz baja Alfred totalmente anonadado por lo que estaba viendo y oyendo.

Alfred se sentó en un rincón de la sala y empezó a cavilar para poder sacar conclusiones sobre lo que había oído.

< La silueta dijo a las máquinas año 2053, pero, ¡si ésta mañana era el año 2017!, ¿cómo es posible eso?, debo estar entonces en el futuro >, pensó Alfred.

No podía creer lo que estaba viviendo e intentó tranquilizarse para poder pensar con claridad cómo habría podido suceder aquel paso a través del tiempo. Fue entonces cuando centro su atención en aquel momento en el que su dedo se abalanzó sobre el botón de la máquina de café y se dio cuenta que aquel cortocircuito que debió coincidir con el mismo instante en que las máquinas obedecían la orden de intervenir, había sido el detonante de su viaje en el tiempo. Ahora entendía que aquellas luces que pasaban a velocidad del rayo a través de sus ojos, eran simplemente la electricidad que estaba atravesando su cuerpo a gran velocidad para descomponerlo posteriormente en electrones libres que viajarían a reunirse con los protones y neutrones de los hilos conductores.

Alfred ya era totalmente consiente de lo ocurrido sólo le quedaba pensar que tenía que hacer para volver a su mesa de trabajo que tanto había odiado últimamente y que ahora anhelaba.

Se llevó las manos a la cabeza y respiró profundamente dándose a sí mismo esperanzas.

< ¡Ya lo tengo! >, exclamo. < Si vine aquí por causa de un cortocircuito tal vez pueda utilizar el mismo método para regresar a mi vida >.

Y así lo hizo. Alfred dedujo que aquellas pantallas blancas debían tener hilos conductores a través de ellas y sin dudar ni un segundo se levantó de aquél rincón y corrió hasta llegar justo el interior de la pantalla de la sala.

Las luces empezaron a fallar, las máquinas giraban locas y llegó por fin el zumbido que él recordaba. Todo se quedó a oscuras a excepción de los ojos de Alfred que se empezaron a llenar de esas estrellas y luces que ya le eran familiares.

Rápidamente comenzó a notar el hormigueo, no sentía ya el peso de su cuerpo y notó de nuevo la sensación de estar levitando por toda la habitación.

Transcurridos unos segundos Alfred abrió los ojos y buscó rápidamente con la mirada la máquina de café, pero no estaba. Con un inmenso miedo miro hacia abajo con la intención al menos de comprobar que el resto de su cuerpo aún seguía ahí. Alfred no pudo evitar sonreir aliviado cuando pudo comprobar no sólo que su cuerpo estaba bien, sino que además su trasero se encontraba sentado en su minúscula silla giratoria de trabajo.


-FIN-

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